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miércoles, 15 de mayo de 2024

OTRA NOTA SOBRE CIVILIZACIÓN

15 de marzo 2024 

Otra nota sobre "civilización"

Lo que sea la civilización me presenta dos notas inmediatas: por una parte, la transformación técnica de la naturaleza; por otra parte, la concentración y muchedumbre humana. Esos dos aspectos saltan. Y otras cosas se pueden apuntar sobre esa base o lienzo. 

Por ejemplo, que la concentración humana civilizada sobrepasa la agrupación por vínculos familiares. Es decir, que es una convivencia de extraños.

Luego podría uno decir que, frente a esa “convivencia entre extraños”, resalta la función de eso que llamamos hábitos, convenciones, instituciones, costumbres, moral, normas, etc. Todo eso que también, o primero, hay en agrupaciones más o menos  “familiares”, pero que en agrupaciones “impersonales”, de muchedumbres de extraños, “civilizadas”, resalta como necesario engrudo de la piñata.

Dandole otra vuelta al aspecto de la “multitud”, podríamos conjeturar  que, en el fenómeno de la “civilización”, opera algún principio ”pro-vida”. Quiero decir que algúna base de la multiplicación y concentración de gente opera la civilización. 

Dando ahora una vuelta en torno al aspecto de la transformación técnica de la naturaleza, uno pude reconocer que "civilización" implica la "división del trabajo”.  Y la división del trabajo, como nota sustancial de la civilización, nos propone pensar, por una parte, en el fenómeno general de la economía y, por otra parte, el carácter social de la educación y el conocimiento. Civilización es cierta diferenciación de los miembros y es algún sistema económico.

Parece que algo en la civilización quiere o necesita que la gente sea mucha y toda; y parece también que la civilización quiere o necesita hacer del mundo entero sea un fraccionamiento, rancho, materia prima, fábrica, anaquel (parece que opera un principio económico en el corazon que empuja a la civilización a apisonar y triturar y jardinar y mascotizar y mercantilizar toda la naturaleza). Sea porque sean tantas y todas las gentes, o porque estas se empujen hacia el dominio y usufructo de todo y de lo último; en la civilización se asoma alguna nota de “totalitarismo”, una voluntad totalitaria.

Y llega la hora de hablar del “poder”, porque la  "civilización" se trata de alguna “sistematización” del poder.

Yo siempre le doy vuelta y trillo la noción de las “relaciones despóticas”, estas relaciones asimétricas en las que el bien o mal de Fulano estan en manos de Zutano, más de lo que el bien y mal de Zutano está en manos de Fulano. Y advierto o reconozco una y otra vez que este despotismo es un estructurador social… modulable, moderable, pero difícilmente prescindible (imprescindible, pues, pese a mi anarquismo).

Las relaciones despóticas se asemejan o se confunden con alguna simbiosis. Y son distinas de las “relaciones polémicas” (de abiertos enemigos). 

A partir de ello, diría que la “Civilización” es un proyecto de transformar o ahogar toda relación polémica en un sistema de relaciones despóticas, aparentemente (o falsamente) simbióticas.

Otro día termino el comentario, comentario que tiene sentido no porque alguien pregunte, sino porque no acabo de precisarme mi bronca contra la arrogancia de la “civilización occidental”. Esa que dicen (con ñoñería más frecuente) que está amenazada, ahora los sectores que pueden decirse “conservadores” de una sociedad, ahora los actores geopolíticos hegemónicos... 

...y es que uno sólo piensa si dice (y sí, hay que leer también; pero o no tengo suficiente tiempo o me motiva más "anotar", y mejor que nada).



sábado, 24 de febrero de 2024

 25 de noviembre de 2022

Nadie me pregunta pero voy a decir que…

Por años vine a ser apolítico, acomodado en la idea de que la “virtud política” no se soportaba en la “naturaleza humana”, en la idea de que el "enemigo" era interno, era en todos, aun en la gente que se dice "de izquierda", aun en mí. 

Hoy sigo pensando, con otros términos, que todos llevamos (por ejemplo) un déspota y un arribista dentro; si no a flor de piel, más o menos soterrado, esperando ocasión de mover en nosotros sus piezas; y que, por ahí, “la puerca tuerce el rabo” de la virtud política. Creo que las condiciones de nuestra “naturaleza” por las cuales participamos, construimos o defendemos algún coto poder son inextinguibles o siempre renovables. 

Como extensión de la naturaleza hay cultura y, por cultura, el despotismo y el arribismo son moral cuando estas conductas  se  obvian como buenas costumbres, buena educación y buen carácter. 

Pero también, por cultura, como extensión de otros rasgos de nuestra "naturaleza", podemos articular otros dispositivos; podemos advertir en la base de las formas del mundo nuestra vanidad y desesperación humanas. También por cultura cabe abrir un ojo  crítico, ético, antidespótico. Y otra política y moral es posible dondequiera que, vistos a los ojos, sobra ya decir que "no mames".



10 de enero 2024

Comentario (y reformulación).

La democracia nos parece hoy la única forma política “civilizada”; no obstante que llamamos “civilización” a sociedades anteriores y contemporaneas a las que se articulan bajo el dogma democrático. Hay, pues, varios usos o criterios para el término “civilización”. Y es uno de esos términos ambíguos que usamos con algún descuido peligroso. Pues los conflictos geopolíticos mundiales, en el discurso que los legitima, están planteados en términos de amenazas a la civilización, concitando un terror cósmico que puede abrir paso a lo peor en nosotros. Por lo que algunas prevenciones conviene tener al respecto.

Yo quiero decir lo que no es secreto, aunque va en contracorriente del dogma, y que conviene enfatizar: 

1) Que son civilizadas las formas no democráticas. 

2) Que la civilización implica siempre alguna forma despótica (cultural y estructural); y la democracia no deja de ser una de estas formas.

3) Que sociedades articuladas entorno a formas democráticas acaso no sean sustantivamente distintas (y no necesariamente menos despóticas) que las sociedades no-democráticas. 

Con esta prevención, quiero partir siendo menos intolerante frente a los procesos históricos, culturales y sociales de otras comunidades; y mantener abierta la crítica de “nuestro modelo” que, como dogma, asumimos como último estadio de la historia. 

Parecerá que me posiciono a favor de las dictaduras, absolutismos, totalitarismos, fascismos, teocracias, sistemas de castas, aristocracias, despotismos, etc. Pero no habría que precipitarse. 

Diría que me preocupa, antes que la fácil condena de los sistemas que nos parecen no-democráticos, los abusos derivados del dogma democrático, abusos tanto al interior de las sociedades democráticas como hacia el exterior. Tengo al menos dos prevenciones respecto a ello:

Por una parte, considero que 4) optar por la democracia como destino o asiento de la civilización es optar por cierto individualismo como modalidad cultural que consideramos “correcta”. Y esto es un problema que amerita una primer prevención, pues no está claro del todo qué sentido o valor tiene el proceso de “desalienación” del individualismo. Tampoco está claro si  "no ser alienado" es “ontológicamente” practicable, porque puede que no;  y que, obligados a alguna alienación, nos queda “pulir” la forma humana de “ser alienado” ¿En qué forma? Y es que el individualismo puede (puede) ser o abrir un (otro) callejón cultural sin salida, aunque estemos puesto en él y lo abracemos con vehemencia, como al fantasma de la dignidad humana. No solemos decidir ser individualistas: el mundo y la tradición nos han decidido. Y la aparente o relativa libertad es una determinación que nos aisla o cierra a otros sistemas de valores. Las formas de alienación de los individuos de unas sociedades parecen grotescas a alienados ojos ajenos. Entonces, como en un ocioso debate retórico, disertantes y auditorio se dividen según su distinto sistema de tópicos, condición de la compresibilidad, verosímilitud y validez que admiten. Hay que ser circunspectos y cautos por ello; no ir tan rápido. No creo que convenga conducirnos como “fundamentalistas” en esto.

Por otra parte, considero que 5) la estructura despótica del capitalismo usa de la forma democrática, que (me atrevo a decir) no es sustancialmente diferente de las estructuras despóticas que organizan las sociedades y estados no-democráticos. 5.1) Las pseudodemocracias son instrumentos convenientes o útiles a los interéses del capitalismo global o globalista. 5.2) Las sociedades o estados hegemónicos que se ostentan como ejemplos democráticos son seudodemocráticos. 5.3) La actual batalla por la civilización es la batalla por imponer los intereses del gran capital, la lucha por la civilización no es la lucha simple de la libertad contra el despotismo, sino entre dos formas despóticas o entre meros bloques hegemónicos: las democracias títere de unos son las dictaduras de los otros.

Estas consideraciones son abiertas a precisiones y enmiendas. Pero parto de ellas para prevenirme de los juicios precipitados. Porque sé que soy un individualista sin alternativa. Estoy en ese problema. Y mis dados están cargados para repetir como rana y validar cualquier discurso que agite "¡Democracia (libertad, individuo, razón, dignidad, legalidad, civilización)!", desatendiendo más trasfondos.



jueves, 13 de octubre de 2022

CONSTERNACIÓN

No sin fundamento, creemos que la consternación es un elemento o condición de una transformación o revolución cultural, social y política.

Y es cosa del manual de lucha, para líderes sociales y políticos, hacer por alentar la consternación o liberarla de su anestesia (porque se estiman motivos “objetivos” para que haya consternación) y aprovechar los momentos en que hay más combustible para su llama, aprovechar los sucesos o coyunturas que más pretexten.

*

Las personas que se ubican en liderazgos sociales y políticos suelen ser, en el conjunto, las personas más politizadas, poseedoras de un interés, determinación o voluntad constante. Esta determinación puede ser también una consternación, pero estable y poco dependiente de la ocasión.

Generalmente, esta “estabilización” de la consternación o voluntad política, está politización, se finca sí en una emoción, pero también en ideas, en una lectura de la realidad social, en un discurso, en una visión, un ojo crítico, una ideología que pretexta o contextualiza la emoción y los juicios de valor sobre la realidad social. 

De este modo, las personas líderes ven en el estado regular de las cosas, de la sociedad, una tensión a la que no pueden cerrar los ojos y ser indiferentes. 

*

Las personas líderes sociales y políticos, con intenciones reformistas o revolucionarias, desearían esa claridad, voluntad y constancia en una “masa consternada” movilizada o movilizable. Pero raramente hay. Suele haber una brecha entre ellos y las grandes mayorías.

Los líderes, que necesitan hablar a nombre de muchos o de la mayoría, suelen no ser atendidos por esos muchos o esa mayoría. O, si son atendidos por muchos o hasta por la mayoría, quizá obtienen una atención y asentimiento que poco se convierte en movilización, organización y militancia. 

Habrá gente “ciega” a la necesidad y posibilidad de transformación social y política. Pero aún entre la gente que “ve” que las cosas están mal y algo debe y puede hacerse, el llamado de los líderes reformistas o revolucionarios encuentra poca respuesta.

Entre estos que "ven" que las cosas están mal y algo debe hacerse, están... quien vive consternado pero no ve vía de cambio; quien desconfía de cualquier liderazgo; quien cree que tienen razón quienes denuncian que todo está mal pero que no por eso sabrán hacer mejor las cosas; quien piensa que las cosas deben cambiar pero temen que algo altere su rutina y entorno (quien no quiere perder nada, y sólo recibir un inmediato beneficio agregado -por lo que, en el fondo, prefiere que las cosas marchen igual); quien espera que otros lo hagan; quien adopta la postura de “hasta no ver no creer”; etc. Nosotros.

*

Pero escribo esta nota no para quejarme de “la masa” anestesiada, pesimista, temerosa, egoísta, comodina o presa del discurso hegemónico (que se considera realista) que somos. 

Escribo esta nota para señalar una práctica de los liderazgos sociales y políticos de izquierda que me parece algo desatinada o "no ajustada"; esa práctica de buscar aprovechar la consternación para abanderarla y encausarla en un proyecto político (más "radical") alejado de las intenciones, ideas o compromisos auténticos, regulares o estables de la mayoría que pretenden representar. 

Los líderes de organizaciones sociales, los más politizados del conjunto, quizá por tanto los que parecen más radicales, suelen militar y firman pronunciamientos que no representan el compromiso mayoritario de sus bases. Por lo que llegan a ser movimientos que lucen sin sustancia, que se alzan una y otra vez sin consecuencia; y, como espectáculo, alimentan el escepticismo y la suspicacia que va aislando al discurso radical que es legítimo y necesario.

*

Respeto mucho, sin embargo, a esas personas, necias arrogantes, líderes radicales, que una y otra vez montan la ola de consternación, como un despertar de las conciencias que las acompaña.

*

Creo que los líderes no deben desdecirse de su radicalidad para representar a “la masa consternada”. Pero tampoco resulta de gran provecho que asuman que (por ejemplo) “la masa” ya es anticapitalista y revolucionaria sólo porque está inconforme y consternada. Algo más elaborado (progresivo) supongo puede hacerse.

(PD Escribo desde la comodidad)



martes, 2 de agosto de 2022

Estado y Mercado

 27 de julio de 2022

NO HAY PRESUPUESTO, PASE A VENTANILLA C

ESTADO

No necesariamente es así (podría ser de otro modo), pero es así que el Estado está subordinado al Mercado. Se comporta como una entidad económica casi cualquiera, inmersa en el Mercado y frágil dependiente suya. La capacidad de acción del Estado (que renuncia a una más amplia función regulatoria)  depende de sus ingresos. Lo que puede hacer o instrumentar depende del monto de la recaudación (en valor monetario) y de los precios (en valor monetario) de los insumos en el Mercado. Lo que hace el Estado es recaudar del Mercado y gastar en el Mercado. 

Y, con el gasto, el Estado “compra”, al menor precio posible… la estabilidad social que requiere el Mercado que lo alimenta. 

DERECHOS   

Este Estado, que hace lo que hace “gastando” (comprando, pagando), se legitima como “garante” de un abanico de derechos que social e históricamente se van formulando y reformulando. 

Los derechos expresan ciertas condiciones históricas de la estabilidad social (estabilidad que los derechos fincan al menos como esperanza), y orientan parcialmente el gasto estatal. 

ESTRATEGIAS

Lo que el Estado decida, la orientación que adopte, se traduce en decisión sobre la distribución del gasto. 

Toda estrategia se traduce en jalar un poco más de cobija para acá, aunque se descobije poco o mucho allá. Y se parte del supuesto y la esperanza de que, a pesar de las insuficiencias, una distribución “estratégica” del gasto, pasado lo inmediato, nos conducirá a mejores escenarios donde haya más cobija o menos intemperie. En teoría, año con año, presupuesto tras presupuesto, gasto tras gasto, en esas vamos.

DISYUNTIVA

Hay una serie de importantes derechos en tensión y disyuntiva con la procuración del Mercado. Y este Estado se legitima en la procuración de una ámplio abanico de derechos, pero se alimenta del Mercado.

NEOLIBERALISMO

Para la postura capitalista neoliberal, no hay tensión o disyunción: el Mercado somos todos y porcurar el interés del Mercado es procurar el interés de todos. Como consecuencia, los derechos que convienen al “comportamiento mercantil” tienen primacía sobre los demás. El neoliberalismo, sabemos, propuso que si el Estado procuraba al Mercado, no habría necesidad de que procurara derechos: cada cuál encontraría la satisfacción a sus necesidades como actor económico individual dentro del Mercado.

INEFICIENCIA

El discurso ideológico del Mercado no considera que este tenga un carácter o naturaleza excluyente (enfatiza en cambio su apertura o inclusividad). Este carácter excluyente, sea sustantivo o meramente contingente, supondría la ineficiencia del Mercado para satisfacer las necesidades y aspiraciones establecidas como derechos. Por lo que el Estado, si ha de legitimarse, deberá garantizarlos o volverlos asequibles por alguna vía (al menos en la palabra y la esperanza), como la recaudación fiscal y el gasto u otras regulaciones.

SUBORDINACIÓN

La limitación básica de este Estado subordinado al Mercado es el límite de su recaudación; recaudación que depende del desempeño del Mercado; desempeño del Mercado que (en la hipótesis neoliberal muy difundida)  depende de las fácilidades que tengan las entidades mercantiles o económicas para obtener máximos rendimientos, capitalizarse, crecer y extederse.

El Estado, para aumentar su capacidad, debe favorecer el rendimiento o capitalización del Mercado.

En esta consideración se desecha la idea de que el máximo rendimiento o capitalización de la entidades económicas se oponga a la distribución de la riqueza, a la satisfacción en el Mercado de la necesidad y aspiración básica de los tabajadores, que la lucha por la mayor capitalización promueva la exclusión y la llamada precarización laboral. 

SIMULACIÓN

Si, a pesar de las desregulaciones y facilidades al Mercado, el Estado no recauda lo suficiente para satisfacer la necesidad y aspiración básica de los tabajadores, de los excluídos y los precarizados; le resta al Estado simular que lo hace o fincar la esperanza de que puede. Otros recursos del Estado para legitimarse, sin dar garantías, son la reducción  de la expectativa social e histórica de lo que se puede y es derecho; o acusar a la coyuntura.

REGULADOR

En otra hipótesis, aun capitalista pero no neoliberal, si se privilegia la distribución de la riqueza sobre los rendimientos y la capitalización de las entidades económicas, no ocurre que el Mercado se colapsa; sólo ocurre que el consumo derivado de la redistribución, que es dinero que corre a irrigar otros terrenos del Mercado, da otra configuración o rostro al Mercado, un rostro menos exclusivo, pero no lo contrae o “empobrece” necesaria y sustantivamente. 

Ese rostro inclusivo del Mercado no es naturalmente suyo, lo impondría un Estado con regulaciones y gastos redistributivos. 

REGULACIONES

Podemos pensar que el Libre Mercado genera, para todos, las condiciones o justas oportunidades de satisfacción de las necesidades o derechos básicos: que es “eficiente”. 

O podemos pensar que el Mercado NO genera, para todos, las condiciones o justas oportunidades de satisfacción de las necesidades y derechos básicos: que es “ineficiente” y que, por tanto, el Estado debe echar mano a sus dos instrumentos principales para compensar la ineficiencia: la recaudación y el gasto, y  la regulación laboral y salarial.

Pero el razonamiento va de regreso; pues, si aumenta la recaudación y/o se regula el trabajo y el salario, si se reducen los rendimientos de las entidades económicas del Mercado, habrá menos riqueza que gravar por el Estado o reinvertir por las entidades económicas; es decir, menos recaudación “redistribuíble” y menos trabajos “regulables”. O los capitales “escapan” a donde encuentren su mayor rendimiento (en buena parte, pagando menor salario e impuestos), perdiéndose aquí empleos y capital gravable.  Por lo que, habiendo regulaciones, es malo si los capitales se van y malo si se quedan; por lo que “es mejor desregular y esperar que crezcan y ‘entren’ capitales”: es menos malo el capitalismo salvaje. 

Hasta aquí esta vuelta a la misma idea con mismos términos.

¿QUÉ CREO?

Hay quien confía en la eficiencia del Libre Mercado, hay quien confía en un posible equilibrio entre la ineficiencia del Mercado y la acción del Estado, y hay quien no confía en un equilibrio posible. Me considero entre los últimos. 

1 Creo que no hay equilibrio posible. Que el cúmulo de derechos consignados son una esperanza que da legitimidad a un Estado cuyo oficio es la contención, la gobernabilidad, la estabilización. Ni el mercado ni el presupuesto estatal ni la regulación salarial (de ESTE Estado) alcanzarán a satisfacer, a volver asequibles los derechos, a dar la justa oportunidad de su realización. 

2 Creo que estamos limitados por la dinámica de un Mercado que grita que lo están matando y moriremos con él, si le tocan el hombro para pedirle paso con permiso.

3 Yo creo que el lío es la “elasticidad” del Mercado: la capacidad de introducir en las cadenas de "consumo", y no sólo en las de producción, a TOD@s. 

4 Creo que en el “metabolismo” del Mercado (que determina su elasticidad) hay instrumentos de deuda, especulación, etc., que mucho determinan la "racionalidad" del Mercado y conforman un "Estado profundo" global.  Quiero decir que, si el Mercado pudiera ser socialmente elástico, no lo sabremos porque "ellos" o sus árbitros, prefectos o capataces, tiene el sartén por el mango para su beneficio: un beneficio que mueve ejércitos nacionalistas, televisoras y congresos.

5 Creo una economía planificada socialista, al menos mixta, puede tener en algún momento otra oportunidad con la tecnología informática actual.

6 Creo (y lo digo para atreverme) que la propiedad privada es una convención, y si excesiva es (como dice el anarquista) un evidente robo. Debemos desaparecer el derecho a la acumulación y herencia patrimonial ilimitadas, desconvencer mundialmente de ello. Que defender el derecho a la propiedad ilimitada llegue a ser tan popular como defender la monarquía. Y,  desde esos tópicos, si acaso, "concesionar". 

Quién sabe lo futuro, pero en lo inmediato tampoco.

(En imagen, Alejandro corta el Nudo Gordiano).



Lenguaje inclusivo

27 de abril de 2022

Hace un rato, como rebote de algo que oí ayer, se me ocurrió fijar (y una manera de fijar) mi postura frente al llamado lenguaje inclusivo. En adelante lo consideraré una variante dialectal; variante especial pues, a diferencia de otras variaciones, es una transformación suscitada por una discusión consciente sobre ciertas implicaciones sociales de las formas y usos de la lengua. Con esto, por una parte, me sacudo parte del peso normativo del dialecto hegemónico: cuando hablo "en inclusivo", asumiré que hablo un dialecto, como dialecto es el hegemónico. Y, por otra parte, respeto los contextos prácticos y sociales en los que la variante dialectal cabe, se usa o exige. Como lengua viva, el castellano va a la deriva. Y ya veremos cuánto terreno ganan las formas del dialecto inclusivo.  Por lo pronto, me basta reconocer no sólo los contextos (cada vez más amplios) donde este se vuelve convencional; sino el valor de la discusión que lo empuja. Fin.


Apunte al margén (1 de 3): Yo advierto que con esta posición abuso de la noción de “dialecto”.

Supongo que una variante dialectal depende de diferencias que pueden ser de vocabulario, sintácticas, morfológicas, etc; diferencias más o menos cuantiosas o más o menos relevantes. Y, honestamente, no creo que los pocos cambios del lenguaje inclusivo “ameriten” que le tome por dialecto.

Sin embargo, sí creo que este planteamiento sirve a un propósito: separar la cuestión meramente formal de la lengua, de la cuestión social.

Y es que, recurrentemente, ciertas valoraciones sociales pueden apoyarse y defenderse desde la premisa de una corrección formal. Y, en lo que respecta a la lengua, conviene separar bien ambos aspectos.

Plantear que dos dialectos pueden decir “lo mismo” pero de “distinta forma”, resultando “equivalentes”; nos deja enteritas y de lado, cribadas, las implicaciones sociales de la lengua para que, ahora sí, nos hagamos responsables de ellas, y las discutamos sin pretextar “correcciones formales”.

En este sentido, debo asumir que la resistencia que yo tenga ante el uso de lenguaje inclusivo (que está en formación) no puede escudarse o pretextar la “corrección formal”, sino que debo asumir que otros motivos, otras implicaciones, otras valoraciones deciden mi grado de resistencia o procuración del lenguaje inclusivo.
(luego le agrego el "2 de 3" al comentario).


Apunte al márgen (2 de 3): Hablar o usar uno u otro dialecto significa socialmente algo. Las diferencias dialectales nos funcionan como marcadores sociales.

Hay dialectos o formas de hablar que ponen al hablante en situación de ser discriminado; pero en el caso del lenguaje inclusivo, en cambio, ocurre que se exige para no discriminar.

Son pues asuntos distintos, pero en los que LAS FORMAS DE LA LENGUA Y LA DISCRIMINACIÓN son elementos comunes. En uno, la forma de hablar toda puede ser un marcador social útil al prejuicio discriminatorio. En otro, ciertas formas dentro del conjunto de la lengua pueden expresar un prejuicio discriminatorio.
El tema del lenguaje inclusivo se mueve en torno al fenómeno del género gramatical, característica del castellano, pero que no está presente en la mayoría de las lenguas.

Este uso convencional del género gramatical es acusado de expresar y reforzar 1) una HEGEMONÍA de lo masculino sobre lo femenino; y 2) de expresar un BINARISMO que no reconoce o excluye otras identidades.
El género gramatical es una característica que atraviesa la lengua castellana, e impone NORMAS DE CONCORDANCIA entre palabras; de modo que el lenguaje inclusivo no se limita a intervenir sólo el vocabulario, como cuando cambiamos el término negativo “invalidez” por el neutro de “capacidad diferente”. No interviene sólo en la selección de un término, sino en un sistema de concordancia que, aunque no parece esencial a las lenguas (es un hecho que es innecesario o excepcional), FINCA UN SENTIDO DE COHERENCIA EN EL DISCURSO. Por ello (y sólo en parte), LA RESISTENCIA ES MAYOR A LA HABIDA HACIA UN MERO CAMBIO DE VOCABULARIO; por ello (supongo), el cambio se percibe violento.

El abanico de alternativas parece ser o 1) anular el género gramatical (lo más radical) o 2) introducir otro u otros géneros o 3) “campechanear” priorizando el femenino o las formas abstractas y neutras. Desde luego, la otra oferta 4) es aprovechar la arbitrariedad del signo y dejar que por su uso las formas masculinas y binarias se usen como ni masculinas ni binarias, como dicen que siempre ha ocurrido (dejar el sistema intacto, en presunción de que su forma y uso no necesariamente refuerzan la hegemonía de lo masculino y lo binario).

Dije que los cambios del lenguaje inclusivo no me parecían tantos como para considerarlo un dialecto. Y, sin embargo, digo ahora que al rebelarse contra un sistema de concordancia que atraviesa la lengua castellana, se percibe como un cambio violento que puede generar más rechazo que un dialecto castellano cuyas formas nos parezcan excéntricas, impropias o “incorrectas”.


Empatía

 8 de abril de 2022

Considero que la vida social, la vida política, la ética, la vida humana, requiere construcción de empatía. 

Ni el respeto ni la tolerancia ni el derecho son suficientes. Es necesaria además empatía; al menos en grados y formas culturales diversas. Y conjeturo que, la disminución de la imbecilidad despótica de una civilización, tiene un tope que sólo puede ser superado cualitativamente por el mayor grado y arte de este ingrediente cultural. Conjeturo.

Aunque la empatía parezca una “potencia natural”, parcial origen o raíz del fenómeno de la vida social y la cultura; la empatía es una alternativa, no es un destino o determinación absoluto: el “ellos”, los “otros”, puede ser tan original como el “nosotros”; y dentro del “nosotros” no es necesaria “horizontalidad” o “equivalencia”.

La empatía, un "nosotros" que tira a la horizontalidad y la equivalencia, puede y debe hacerse… y hacerse frente a cosas (la cultura misma) que la estorban “justificada” e “injustificadamente”.

(Me preocupa que se me salga el cristiano que creció conmigo, que se quedó atrás pero que arrastro dentro; pero es lo que pienso)



OTRA NOTA SOBRE CIVILIZACIÓN

15 de marzo 2024  Otra nota sobre "civilización" Lo que sea la civilización me presenta dos notas inmediatas: por una parte, la tr...